¿Quién habrá sido el lector 2.000.000 de ésta web? ¿Habrá sido una mujer? ¿Habrá sido un estudiante? ¿Alguien que soñaba despierto buscando las claves de cómo demonios hacíamos para vivir viajando? ¿O alguien que simplemente buscaba información para su próxima aventura en Alaska?
¿Buscaría datos para viajar barato por Cuba? ¿Tendría que hacer un trabajo sobre Perú, sobre el muralista mexicano Diego Rivera o sobre frutas raras de América? ¿Habrá sido alguien que buscaba una cura para esa insaciable comezón, culpa de ese maldito parásito llamado Larva Migrans Cutánea que se le había metido bajo la piel de la pierna? ¿Estaría en la oficina, en casa o en el autobús?
Sin duda alguna, era alguien que tenía hambre. Que no estaba satisfecho con lo que le habían contado, con lo que había leído, con lo que sabía o le había tocado en el sorteo de la vida. Era alguien que muy probablemente tenía ganas de estar en otro lugar. En la ruta, haciendo el amor sobre la arena en una playa desierta, lanzándose a un río del Amazonas en una balsa de troncos, perdiéndose para encontrar una parte olvidada de su vida, atravesando los malos caminos del Sahara o confundiéndose en una nueva lengua extraña frente a tipos vestidos con taparrabos. En síntesis, era alguien que quería estar cruzando una nueva frontera.
Quizás, esa persona estaba empezando a rebelarse contra ese aparente futuro que todos llevamos escrito en la frente, que sufría comezón pero no en la pierna, sino en el corazón. Esa inquietud que te susurra ‘la vida puede ser mejor que esto, la vida debe ser mejor que esto’. O, dicho de otra manera, ‘la vida debe ser algo más que esta comodidad que me ata a esta rutina, a este colectivo, autobús, guagua o coche que me lleva todos los días por el mismo camino. Maldita sea, otra vez estoy pensando en lo mismo.’
Hace quince años vivía en Barcelona. Tenía un trabajo bien pagado en publicidad que me ataba a una silla confortable, un apartamento bonito, dinero en la cuenta del banco y una chica que trabajaba en producción de conciertos de rock. Todas las semanas iba a ver, gratis, una o dos bandas que cantaban en español, inglés o francés. Llegaba tarde a la oficina, caminaba descalzo por sus pasillos y vestía con camisetas impresas con frases provocativas. Tenía dos horas para almorzar. De lunes a jueves me iba cuando terminaba mi trabajo, que podía ser a las 6 de la tarde o a las 2 de la madrugada. Los viernes casi siempre acababa al mediodía. A veces trabajaba en mi apartamento, a veces en un bar, a veces los sábados y a veces los domingos. Tenía un mes de vacaciones. Mis jefes solo me preguntaban ‘Pablo, ¿cuándo vas a empezar a vestirte bien?’
Hace quince años jamás hubiera sospechado que el futuro me depararía esta vida.
Visto desde esta playa, desde cualquier lugar del mundo, la vida que tenía antes del viaje (A.V.) era una buena vida. Era una vida intensa y estresante que, después de muchos años, ya no me hacía feliz. También es cierto que era un esclavo bien pagado, que es la forma que tiene el sistema de comprarte, de mantenerte dentro cuando tienes otras inquietudes. A diferencia de hoy, podía darme casi cualquier capricho material. Quiero, quiero, quiero… Igual, no gastaba mucho porque no necesitaba mucho. Ahorraba, cuidaba el dinero como todo buen catalán adoptado. Intuía que algún día intentaría comprar algo que no se consigue en un supermercado o en un centro comercial, algo que parece imposible para todo hijo de clase media educado en el trabajo hasta los 65 años: intentaría comprar mi libertad.
Sé que cruzarme en Sudáfrica con Martin, el suizo de las rastas que viajaba en un viejo Land Rover, fue el disparador, una forma de mostrarme el camino. Ese suizo todo despeinado, que se bañaba cuando podía, y que cada día decidía hacia dónde iría, fue el espejo donde mirarme. Por supuesto, a partir de ahí hubo que seguir peleando, adaptarse, ajustarse el cinturón e inventarnos varios trabajos cuando nos quedamos sin dinero en la ruta. Las cosas que realmente valen la pena no se consiguen en el almacén de la esquina. Ni en el centro comercial o el mall.
Hoy nosotros seremos el espejo, el disparador. Buena parte de esas dos millones de historias compartidas en la web de La vuelta al mundo en 10 años habrán despertado al Viajero Dormido que algunos llevan dentro. Te habrán hecho soñar, reír y plantearte cambios. Quizás te habrá hecho mirar el mundo de una manera más amable, olvidando el miedo y los prejuicios que corrompen todo. En realidad, el mundo es un gigantesco campo de aventuras. En pleno siglo XXI todavía es posible vivir historias que parecen sacadas de los libros de Julio Verne y El Corto Maltés.
Por eso, bienvenido, bienvenida a este viaje sin fin. Gracias por acompañarnos. Después de casi 14 años y más de 300.000 kilómetros de ruta sabemos que nada es imposible. Que el único límite que tenemos es el que está dentro de nosotros. Y también sabemos que cada vez somos más dentro de la furgo, dentro de esta maravillosa e insufrible, y pequeña, y cabrona y problemática malcriada, pero hogar al fin, esta furgo-casa que llamamos La Cucaracha.
El techo bajo el que pasé más noches en toda mi vida.
Libertad ! Libertad ! Serán muchos los que los critiquen… Pero en el fondo es pura envidia …
Felicitaciones por ser diferentes y ser ustedes libres, sin cadenas opresoras del consumismo.
La vida es un camino por recorrer,caminante no hay camino…
Los acompaño de corazón !
A veces la rutina mata la magia de los sueños, esos que uno «lucha» por cumplir pero sin exito. Doy gracias a la vida, al de arriba porque ultimamente me he dado unos viajes que me han enseñado mucho de la vida. Es lo que resta hacer; vivir! Un saludo para ustedes.
Hace ya muchos meses les escribí diciéndoles que seguiría su ejemplo cuando mis responsabilidades, asumidas en total libertad, sean cumplidas, aun si para eso tengo que tener 65 años… por de pronto su ejemplo sirvió para irme a recorrer el sur del Perú y ya planifico mis próximas vacaciones a otro país (mis hijos proponen Uruguay) yo feliz de ir donde sea, creyéndome libre y enseñandoles a mis pequeños que los sueños son posibles si realmente los deseamos… esos dias de vacaciones son gloriosos.
Gracias por la motivación, felicidades por la velentía de dejar las comodidades. Un gran abrazo a la distancia.