Una de las consecuencias de vivir mucho tiempo en la ruta, moviéndote, buscando y a veces encontrando, es que pierdes algo de la capacidad de sorpresa. Mucho de lo que ves ya lo viste en otro lugar. Las ciudades coloniales de México dejan de ser especiales después de recorrer hasta el último callejón de Antigua, Oaxaca, San Cristóbal de las Casas y el Distrito Federal; las cascadas no provocan desvíos a no ser que sean cataratas; los arcos de piedra se convierten en agujeros después de Utah y las grandes ciudades de Norteamérica… bueno, ¿para qué?
Exactamente hoy, llevamos 13 años y 9 meses de viaje, sin contar las vacaciones en nuestra vida anterior. Y eso es mucho tiempo.
El encuentro con Nueva Orleans fue algo completamente inesperado. Y no, no estoy hablando de la arquitectura del French Quarter, distinta, que es lo primero que te llena los ojos, o de los letreros en el sitio más inesperado escritos con gracia, rima y tono de negra de voz aguda. No men, no-no-no.
Hablo de algo más profundo, del arte en la vida cotidiana. La vida con música en cada esquina. El silencio de las calles vacías y antiguas roto por una guitarra. Un violín electrónico frente a la puerta lateral de una iglesia. Bares donde todavía se puede fumar, calles en las que todavía se puede beber. Artistas de la vida, buscavidas de todos los colores, vagabundos educados, músicos callejeros lanzando el anzuelo de una canción.
Nueva Orleans me recuerda a mi Barcelona de los 90, cuando tocar en la calle era un acto espontáneo y no había que pedir permiso al Ajuntament. A mi viejo Buenos Aires querido que ya no existe en mi vida, esa ciudad de conventillos y habitaciones inundadas de ideas, donde cualquier cosa podía suceder.
Supongo que al final Nueva Orleans es Nueva Orleans, ese lugar nuevo y viejo al mismo tiempo, esa sorpresa inesperada, ese sitio que no solo hay que visitar antes de morir. En Nueva Orleans hay que vivir antes de morir, sobre todo, antes de que cambie.
Antes de que se llene de casinos, música envasada y cosas que ya viste en otros lugares. Y se pierda para siempre.
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