99- De Colombia a Panamá en un buque de carga boliviano…

(ENGLISH VERSION AVAILABLE BELOW)

Primera tormenta en el Caribe

A veces ocurren milagros difíciles de explicar. Sorpresas, hechos inesperados, deseos convertidos en una página sucia o brillante de tu historia. Esperanzas que te ascienden al rango de Aladino. La sola utilización de la palabra, milagro, trae la imagen de un Dios cristiano y barbudo, como si el Viejito fuera el único autorizado por las leyes del universo. Pero la posibilidad de hacer saltar la banca o que salga el 25 a la primera, entre los treinta y siete números de la ruleta, no tiene nada que ver con la religión y sí con la cantidad de veces que lo intentas. Con las persistencias y las probabilidades matemáticas.

Encontrar un barco que nos llevase de Colombia a Panamá era fácil. Hay empresas dedicadas a eso. Lo difícil era que el Plan B funcionara: hallar una empresa que dijera yo los llevo porque me gusta lo que están haciendo; o yo los llevo porque ustedes tienen que estar locos. O yo los llevo por sus huevos y por mis huevos, como dijo el director de Pescanova para el sur de Africa, cuando nos embarcó en uno de los buques de la flota pesquera en un viaje interminable entre Ciudad del Cabo y Bahía Blanca, al sur de la provincia de Buenos Aires. El Plan B resultó en 23 días de puro océano, demasiada agua.

Esta vez Benny dijo

–          ¿Que llevan 9 años? Yo los llevo a Panamá en mi barco. Yo los voy a apoyar. Y no tendrán que pagar nada.

El Plan B es la manera alternativa de hacer las cosas. Hoy, era de las crisis por los excesos en el consumo, amanecer de las compras por internet, es fácil cumplir tus deseos cuando estás dispuesto a pagar lo que te pidan. Lo difícil es conseguir lo mismo de buena fe, de onda. Por complicidad. Porque sí, ¿por qué no?

Es en estas ocasiones, siempre provocadas, cuando vuelves a creer en la capacidad de cada uno de nosotros, encantados de ser pecadores, de obrar milagros inolvidables. Da igual si eres cristiano, animista, zoroastriano, judío, testigo de Jehová, ateo practicante, budista relajado o musulmán colombiano como Benny, nuestro hacedor de prodigios entre el sur y centroamérica.

A pesar de las buenas intenciones de Benny, no fue fácil embarcar en el Intrepide, un barco colombiano de bandera boliviana.

(Cada vez que imagino la flota de ultramar del gran país de las alturas, me tiemblan las piernas. O habíamos viajado en el tiempo hasta antes de la Guerra del Pacífico de 1870, cuando Bolivia perdió la salida al mar, o estábamos de nuevo en el lago Titicaca. No había muchas más opciones)

El zarpe de Puerto Nuevo se retrasó semana a semana durante un mes y medio. La buena suerte inicial se había ido desvaneciendo con el paso de los días, el barco había sufrido distintas averías y malestares estomacales que evitaban el viaje. Era tiempo, voluntad, paciencia y persistencia. Era creer en el Plan B.

Creer, como cuando estuvimos un mes dando vueltas por la costa de Ecuador buscando un barco que nos llevase a las islas Galápagos (A las Islas Galápagos en un barco de carga). Creer, cualquier cosa puede ser posible. Pero creer en nosotros, el Viejito ya tiene demasiados milagros que atender por ahí.

Cuando llegó el gran día, sí, que nos vamos, coño, que nos vamos, nadie sabía exactamente qué papeles había que completar. Puerto Nuevo nunca había sido utilizado para llevar un vehículo a Panamá. Todo parecía difícil, complicado. Cualquier imprevisto inesperado y nos quedábamos en tierra.

Por ejemplo, no había una rampa para subir la furgo al barco, sólo una grúa, y nunca la habían utilizado para levantar algo tan pesado como un vehículo. El manual del siglo pasado decía que debería aguantar.

Por ejemplo, tres horas antes de partir todavía no teníamos permiso del puerto para embarcar la furgoneta. Por ejemplo, el capitán del barco, Alberto, tampoco sabía que en ese viaje tendría dos tripulantes nuevos.

Ahora, un mes más tarde y con el milagro alcanzado, comprendo por qué nos interceptó una patrullera norteamericana en las aguas internacionales del Caribe: uno, no era normal que un barco como el Intrepide llevara una furgoneta atada en la cubierta; dos, salíamos de Colombia en un barco boliviano, los dos mayores exportadores de polvo blanco del mundo.

(Continúa en Perreando con la policía antidrogas colombiana)

Encuentra aquí todos los datos acerca de Cómo enviar tu vehículo de Colombia a Panamá en un barco de carga.

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FROM COLOMBIA TO PANAMA IN A BOLIVIAN CARGO SHIP

Sometimes miracles difficult to explain happen. Surprises, unexpected facts/events, wishes could change into a dirty or brilliant page of your story. Hopes of being promoted to Aladino’s rank/status. Only the use of the word, miracle, comes with the image of a bearded Christian God, as if the Old Man was the only one authorized by the universe laws. But the chance to break the bank or that number 25 comes at first chance, in between all the 37 numbers of the roulette/wheel, doesn’t have anything to do with religion but with the number/amount of times you try. With persistence and mathematic probability.

Finding a ship to take us from Colombia to Panama was easy. There are companies specialized on that. The difficulty was that Plan B would work: find a company who said ‘I take you because I like what you are doing’; or ‘I take you because you must be crazy’; or ‘I take you because of your bowls or by my bowls’, like director of Pescanova in Southern Africa said and embarked us in one of the fishing vessels of the fleet in an endless trip between Cape Town and Bahia Blanca, south of Buenos Aires province. The Plan B resulted in 23 days of pure ocean, too much water.

This time Benny said

–      What? Nine years on the road? I’ll take you to Panama on my ship. I’m going to help you. And you don’t have to pay anything.

Plan B is the alternative way of doing things. Today, crisis era by the excess of consumerism, dawn of internet shopping, is easy to accomplish your wishes when you are ready to pay they ask for. The hard part is to get the same thing in good faith, good vibe. For complicity. Porque sí. Why not?

It is in these occasions, always prompted, when you believe again in the capacity of each one of us, glad of being sinners, of working unforgettable miracles. It doesn’t matter if you are Christian, Animist, Zoroastrian, Jewish, Jehovah’s Witness, practicing Atheist, relaxed Buddhist or Colombian Muslim like Benny, our miracle producer between South and Central America.

Despite Benny’s good intentions  it wasn’t easy to board in the Intrepide, a Colombian ship with Bolivian flag.

(Every time I imagine the overseas fleet of the great country of the heights, my legs shake. Either we had travelled thru time to before the Pacific War in 1870, when Bolivia lost his sea access, or we were again in Titicaca Lake. There weren’t many options).

The departure from Puerto Nuevo was delayed week after week during a month and a half. The initial good luck was fading day by day, the ship had suffered various damages and stomach aches that were preventing the trip. It was a matter of time, will, patience and persistence. It was to believe in Plan B.

Believe, like when we’ve been a month travelling along Ecuador coast line looking for a ship to go to Galapagos Islands. (See Galapagos Islands in a cargo ship) Believe, everything can be possible. But believe in ourselves. The Old Man has already too many miracles to attend there.

When the big day arrived, yes, we are leaving, shit, we are leaving, no one knew exactly which papers we had to fill. Puerto Nuevo had never been used to bring a vehicle to Panama. Everything looked difficult, complicated. Any suddenly unexpected issue could had happened and we could have stayed on land.

For instance, there was no ramp to drive the van into the ship, only a crane, and was never used to lift something as heavy as a vehicle. The user’s manual of the last century said it should resist/endure.

For instance, three hours before leaving we still hadn’t a permit from the port to ship the van. For instance, the Captain of the ship, Alberto, didn’t know he would have two new crew members.

Now, a month later and with the miracle achieved, I understand why we were intercepted by a North American patrol in the Caribbean  international waters: it wasn’t normal that a ship like the Intrepide carried a van secured in the deck; two, we were leaving Colombia in a Bolivian ship, the two biggest exporters of white dust in the world.