
Librerías de Buenos Aires
(En diciembre pasado viajé solito a Buenos Aires para ver a mi familia. Hacía tiempo que no iba…)
Cada vez que llego a Buenos Aires mi primer acto reflejo es subir a un colectivo que me deje en el cruce de las avenidas Corrientes y Callao. Es lo que denominaría inmersión profunda, suicidio emocional, shock cultural, choque frontal con el caos de la ciudad que me vio nacer y que abandoné hace demasiado tiempo.
En realidad sé muy bien lo que busco: reencontrarme lo antes posible con la mitad de mi vida que se quedó allí.
A partir de ese salto a la acera con el colectivo todavía en movimiento, comienzo a andar por las siete cuadras que hay hasta el Obelisco. El trayecto puede llevarme fácil un par de horas, con paradas en todas las librerías, desde Zival’s y Gandhi a Losada, Hernández y Cúspide. Eso sin contar el hambre que me atrapa a media mañana o media tarde, cuyas consecuencias suelen ser un plato de ñoquis a la carbonara de Pippo’s a las once de la mañana o dos empanadas fritas y jugosas de carne cortada a cuchillo con una porción de pizza de fugazzetta rellena de Guerrín a las cinco de la tarde.
Si uno vuelve a sus orígenes, que por lo menos se note en la barriga.
Y siempre, siempre, siempre me pasa lo mismo: a los quince minutos de entrar en cualquier librería de Buenos Aires ya tengo una lista de diez libros que me gustaría comprar. Es algo que no me ocurre ni siquiera en Barcelona, la ciudad de las editoriales. Supongo que es tan sencillo como aceptar que las ciudades donde crecimos nos educan culturalmente de una forma que arrastraremos por el resto de nuestra vida.
Sin duda habrá cambios, variaciones, opciones absorbidas en o transpirados por los sitios que nos adoptan y que pasarán a formar parte de nuestro ser cotidiano. Pero ese ser básico, oculto bajo nuestra piel, permanecerá en nosotros para siempre. Eso hace que entendamos el lugar, que sonriamos en una mueca reventada frente a las eternas veredas rotas de los barrios mientras esquivamos una nueva y rozagante cagada de perro. Hay cosas que no tienen remedio.
Pero comienzas a sumar detalles y te das cuenta que probablemente hay más teatros funcionando alrededor de la avenida Corrientes que en toda España. Que los centros culturales rebosan de actividades gratuitas subvencionadas con monedas. Que las paredes de Palermo comienzan a poblarse de murales y la actividad subterránea de las bandas sigue saliendo a la luz en los carteles pegados en los semáforos de las esquinas.
La gente se dedica a hacer. Cuando no hay algo lo inventa, y cuando no se puede construye un camino nuevo.
Y las fiestas. Estudiantes de toda América y ahora de Europa (sí, vía Erasmus) viajan a Buenos Aires a aprovechar la vieja reivindicación social convertida en verdad argentina de una universidad pública y gratuita. Y todos se mezclan.
Y Buenos Aires, la ciudad más alucinante de Latinoamérica, esa Nueva York del sur levantada a base de meter en la misma cama a migrantes españoles, italianos, alemanes, judíos, polacos, rusos, chinos, japoneses, coreanos, bolivianos, chilenos, paraguayos y peruanos, adopta unos pocos negros del Congo y vuelve a sus orígenes durante una nueva etapa dorada, un nuevo rato de alegría mientras dure el dinero de la recuperación económica.
– Además de ir de compras, comer buena carne o ver un show de tango, no sabes muy bien qué hacer si llegas como turista a Buenos Aires. En realidad, Buenos Aires es una ciudad para vivir, no para visitar. Recién en ese momento, cuando te quedas, te das cuenta de todo lo que se mueve por debajo de su piel –me dijo Kiko, un amigo portugués.
Y entonces me dan ganas de quedarme en Buenos Aires por un rato a pesar de la falta de playas y montañas. A pesar de la corrupción enraizada en una clase política que gobierna desde hace demasiados años.
A pesar de saber que en Argentina nunca habrá nada seguro porque Argentina siempre fue un experimento inconcluso, víctima de su propio y maravilloso caos.
¿Están con la furgo? Se movieron rápido che.
Aguante el cono sur.
Abrazo desde México.
Pablo, como me gusta leerte, feliz aventura a los dos, un abrazo
También del Sur, de Andalucía, desde hace ya casi cinco años vivo en Edimburgo… casado con una escocesa, el corazón dividido en dos: Mediterráneo-hill & glen.
También tengo un ricón del mundo. Al bajar del avión, cierro los ojos, respiro la humedad del Mediterrádeo y es como saltar a la acera de callao…
Leyendo tu blog, escucho a Mike Vass, sueño con escaparme y volver a pasear por las calles de Buenos Aires o ponerme del revés y mojarme en alguna playa solitaria cerca de Byron Bay.
Saludos,
Benjamín
Desde Buenos Aires, te felicito por la descripcion.Con mi marido amamos el recorrido por las librerias, tal cual lo describis (incluyendo Pipo y en nuestro caso Banchero) a pesar de que siempre nos quejamos por los precios de los libros siempre nos traemos alguno.
Besos y felicitaciones por el casamiento!!!!
Paula
me dolió che , pero es la verdad
buen viaje !